La felicidad tiene un precio; ciertos actos cometidos en el tiempo otro mucho mayor.
Para saldar la deuda con la vida y con los demás alrededor, hay que pagar ese precio, aceptarlo tal cual sea, y sobre todo: Madurar.
De lo contrario, tarde o temprano la deuda vendrá a cobrarse sola, acumulada, y con lágrimas muy, muuuuuuy amargas... que no sólo serán las propias.
Coraje, honestidad, respeto... es eso lo que se necesita.
Como dice un conocido, "¿Quién dijo miedo?"
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