2008/03/30

Algún día... (1 de 2)

(Publicado originalmente en "Box")

(Se recomienda leer en compañía de la canción Infancia, de Gerry Weil, o en todo caso, E Voce, de Tribalistas)

-No sé cuántas veces te he escuchado tocando esa pieza, pero simplemente, no me canso de oírla. Es tan hermosa...

-Eres una tonta.

-¿Por qué dices que soy una tonta? No hay nada de malo en que me guste mucho.

-Es cierto que es una bella composición, pero no es para tanto. Ya no recuerdo cuántas veces me la has pedido.

-Es que es la única que te sabes.

-No es la única.

-La única que te sabes bien.

-Sabes que no es así.

Arturo tocó otra pieza, para sacarse el clavo... y sin proponérselo, para deleite de ella. Silvana disfrutaba picarlo enormemente, porque siempre lograba que tocara más.

-¿Lo ves que no es la única que me sé bien?

-Es cierto. Y la verdad, ahora que me percato, tampoco es que "Infancia" te salga muy bien...

-¿Qué no???? Estás sorda.

-"El que se pica..." Y tú sabes que no estoy nada sorda.

-No voy a tocarla de nuevo para ti. Si así me lo agradeces. Y con lo que ya me fastidia esa canción.

Silvana sintió que se le apretaba el corazón. "Infancia" había sido la primera canción que él toco ante ella. Por un simple accidente, un día de domingo en que la música la llevó hasta la sala en la que él practicaba.

Perdió la mirada por un momento en el vacío. Luego le dijo.

-Vamos, tú la tocas más por escuchar como te la alabo que por la práctica. Te hacen falta mis halagos, y lo sabes.

-No estoy de ánimos para esto.

Silvana ya sabía que el concierto de hoy había acabado, y ahora le tocaba ahogar sus emociones durante dos días más. Al menos tenía una grabación que le había hecho en secreto y que escuchaba constantemente en el reproductor mp3 que le habían regalado sus padres en navidad. Aunque, ella ha de admitirlo, aún no está segura de si fue Santa o sus padres quienes le regalaron el susodicho aparato.

Cuenta con 11 años de edad nada más, y está segura de que Arturo, con casi 17, es el más grande amor de su vida.

-Él ahora me ve pequeña y me cree tonta, pero sé que en el fondo sabe que algún día yo seré la mujer de su vida. Pero un adolescente tonto jamás lo admitiría. -se decía cada vez que salía de casa de Arturo.

Todos los martes y jueves, y uno que otro domingo, llegaba a casa de Arturo, con la excusa de hacer la tarea con Maripili, la hermana menor de él; pero siempre, invariablemente, terminaba en el salón donde practicaba cada martes y jueves, y uno que otro domingo.

Todos en casa de Arturo sabían perfectamente que esa era realmente la razón de las puntuales visitas de Silvana, pero nadie se molestaba en ello. Parecía agradar a todos y Maripili había mejorado en los estudios, así que su presencia en la casa era siempre bienvenida, así como siempre estaba rodeada de risueños comentarios. Pero el único que parecía no percatarse de lo que ocurría era el propio Arturo.

O más bien, no quería hacerlo. Bastante tenía con que en su casa no le tomaran muy en serio las decisiones de "hombre" que ya hacía, como para además tener que calarse las bromas que todos le hacían con Silvana, incluso las de sus propios amigos.

Era cierto, aunque no lo admitía a nadie, que le gustaba lo de los halagos y todo aquello, pero a veces el juego se la hacía un poco inaguantable.

-Silvana...

-¿Qué?

-¿No tienes nada mejor que hacer que estar allí, mirándome tocar, como una muñeca tonta?

-¡No me llames tonta!

-No es eso a lo que me refiero. Me fastidias, niña. ¿Por qué no vas a jugar a "la casita" con Maripili y me dejas practicar en paz?

-Mentiroso. A ti te gusta que yo esté aquí.

-No me gusta. Perdona que te lo diga, ¡pero ya me tienes harto!

-¡No es cierto! Yo no te harto. Yo sé que no. Yo qué que tú me quieres.

-¿Qué dices? Te tengo aprecio por ser la amiga de mi hermana, nada más.

-¡No es verdad! ¡Sólo me dices eso porque eres un tonto adolescente! ¡Yo sé que tú me quieres, que te hago falta!

Silvana sabía que había dicho demasiado.

-¡Ya basta! ¡Lárgate de aquí!

Arturo abrió la puerta.

-¿Qué esperas? ¡Vete de una vez!

A Silvana le costaba creer la actitud de Arturo.

-¡Ya verás! ¡Algún día tendrás que admitirlo! ¡Yo soy la mujer de tu vida!

Arturo abrió los ojos, estupefacto, ante tal comentario. Luego soltó una carcajada, tan larga y estruendosa, que incluso algunos en la casa se acercaron a ver qué pasaba.

-¿Qué novela estás viendo ahora??? -apenas podía parar de reír- de verdad que es cierto eso de que la televisión deforma las mentes de los niños.

No se había dado cuenta, pero Silvana estaba envuelta en llanto. Salió corriendo de aquella sala, llena de lágrimas, y tropezando Arturo con la fuerza que su edad permitía al pasar por la puerta que él, a causa de las risas, obstruía un poco. Tardó un poco en reaccionar, dándose cuenta de qué había sido ese golpe al ver como Silvana salía corriendo de la casa y se perdía entre los reflejos luminosos provenientes de la calle.

Aún se reía ligeramente, cuando al voltear el rostro, se encontró con la mirada severa de su padre. No tuvo que decirle palabra alguna, y Arturo tampoco pudo aguantar mucho la mirada. Apartó su ahogada vista de adolescente, bajando un poco la cabeza, en medio de su ahora atragantada molestia... también avergonzada. Esa sensación de impotencia juvenil, de niño regañado, de enfado de adulto.

Pronto se encontró solo, a la puerta de una sala ahora vacía y callada. Detalló un poco ese vacío, luego apartó la vista dejando salir un suspiro molesto, y no tuvo más ánimos de practicar.

(fin de la 1ª parte)
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Tribalistas


De trío y tribu... de casa y magia.

Pienso que la música, la verdadera y buena música, le pasa a uno de las más diversas y locas maneras. Cuando algo tiene que llegar a los oídos y sensaciones propias, pues, llega. *Gracias a Dios y Ángeles por ello*

Eso es lo que creo que me pasó con este grupo, que podría describir como mágico.

Tribalistas se me atravezó en ojos y oídos esta mañana, cuando en un canal de tv (el más tragable de los revolucionarios, aunque también el más pirata y el más chatarra, pero que a veces dejan colar algunas joyas), transmitió entero e intacto el DVD de este grupo, que muestra la creación de su obra prima.

Según leí en la reseña de Wikipedia, este trío de música MPB (Musica Popular do Brasil), formado por Marisa Monte, Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown, se reunieron en 2002 más
por "accidente" que por haberlo propiciado esplícitamente. Se encontraron entre colaboraciones, y reunieron sus deseos de hacer un disco como el creado... en secreto... y en 13 días, un día para cada canción, en la casa de la propia Marisa. Y junto con la grabación del disco, grabaron en video la realización del mismo, con lo cual fue compuesto el DVD de la producción.

Escuchen algunas de sus canciones aquí, aquí, y aquí... lean sus voces, si quieren cantar con ellos... y veanlos más abajito también.



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2008/03/25

Texto Ozónico nº5

(Publicado originalmente en "Box")

En una conversa de cosas de enamorados... (¡qué cuuuuursi!):

Yo: -Dime ¿por qué eres Tan lindo???- con ojos de borrego a medio degüelle
O3: -Porque soy Friki.- con sonrisa complacida (¿o complaciente?) de oreja a oreja.

Y la luz se hizo...
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Let's Google for it!

Tiempo sin bloguear... pero con varios posts pendientes (algunos ya se habrán pasado de maduros, incluso), pero es que donde me provoca bloguear es en el trabajo... ¿así qué, cómo hago???

Buehj... en fin.

Este link me lo pasó el O3 (sip, por ahí ya viene ooootro texto ozónico), quien día a día me inunda con su selección de links que obtiene vía google reader y no recuerdo qué más (al punto que los links de diseño también me los consigue él)... y por eso mismo es que no quiero ni saber cómo se usa el reader ese, porque por más fan de Google que sea, de verdad que no voy a trabajar ni media hora dentro del horario de 8-5 que mi muy amable empresa me brinda (no me malinterpreten, me gusta mi trabajo y donde trabajo, porque son una cuerda genial de locos, pero eso de pararme temprano, aún no lo lidio). Y a Google y a horarios y modos de trabajo es que iba yo (¿vieron cómo un post de estos míos sí puede tener sentido?).

Google o Pixar, por su filosofía y área de trabajo. Alguna de esas dos empresas es mi misión. Y Google lleva la delantera.

En el artículo (revísenlo, que no se arrepentirán) al que lleva el link que les comenté al principio, hacen una reseña sobre el trabajo estilo Google, específicamente el de la sede de Zurich, y por mucho que el artículo describa, las fotos ya lo dicen todo.

Pillen un poquito algunas (de las varias) fotos que tomé del artículo y babeen un rato... tienen permiso.




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2008/03/11

Textos Ozónicos - cita nº 4

(Publicado originalmente en "Box")

En una conversación nocturna reciente sobre análisis situacionales pseudo-irrelevantes sobre las implicaciones afectivas vividas en implicaciones pasadas, surgió esta excelente frase, acompañada de su respectiva acotación...

"Ahora sé que siempre deberé recordar que lo que yo creo es sólo lo que yo creo"

Sabio...

"Y, además, creo que no es mío"

¡Grande!
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Textos Ozónicos - Cita nº 3

(Publicado originalmente en "Box")

Una de los más impresionantes salmos de los textos...

Entre acumulaciones frikescas, almuerzos postdatados y arreglos de aparejos preventivos, surgió esta inolvidable frase:

"Y cuando se abra el paraguas, lloverán los cubiertos.."

Suave, hermano...
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2008/03/03

El libro

(Publicado originalmente en Box)
"El capitán acababa de ordenar a sus soldados una corta retirada ante el ataque de aquellos orcos de tamaño descomunal. No veía confrontación posible que les diera ventaja alguna ante aquellas bestias, y no era momento de perder. En ese instante, un sonido seco se hizo escuchar por todos los presentes, y cientos de gotas de sangre comenzaron a caer alrededor del caballo del capitán, cuando éste..."

-¿Qué lees?

-¿Perdón?

-¿Que qué estás leyendo?

-Nada de tu incumbencia.

-¿Nada de mi incumbencia porque piensas que no me pudiera interesar lo que lees? ¿O porque piensas que soy un tipo cualquiera que sólo quiere sacarte conversación por ver si te levanto?

-Por metiche.

-Por metiche. No, eso no creo que sea la manera de denominarlo. A ver, déjame revisar... "Entremetido. Dicho de una persona: Que tiene costumbre de meterse donde no la llaman.". No, definitivamente esa no es la razón, sino simple curiosidad.

-¿Me quieres explicar, si tienes tu propio libro para leer, cuál es tu interés en el mío???

-¿Leer? No, sólo tiene historias extremadamente cortas y sin conexión alguna. En cambio, el tuyo sí que estoy seguro que tiene unas buenas historias que contar.

-Está en inglés, idiota.

-Ah, bueno, quizá haga falta un diccionario de inglés, pero eso no sería problema.

-Oye, ¿Que no tienes nadie más en este autobus a quién preguntarle por lo que está leyendo???

-Es que ese es el libro que me interesa. Lo reconocí por la carátula.

-Entonces, si sabes qué leo, ¿para qué demonios me preguntas???

-Porque era la única manera de sacarte conversación sobre el libro.

-¿Sacarme conversación sobre el libro?

-Sí. Es que, casualmente, traigo en mi maleta el tercer tomo de esa trilogía, el cual, según sé, ya no se consigue, y justamente en inglés. Voy a donarlo a la biblioteca de mi escuela, pero cuando te vi leyendo el segundo tomo, pues pensé regalártelo mejor a ti. Lástima. Llegó mi parada. Aquí me bajo. ¡Chau!

Y en el autobús se quedó la chica, atónita y sin poder decir palabra ni articular movimiento alguno. Aún podía verlo en la acera, igual de sonreido que al principio, volteándose un momento para despedirse con el típico gesto de la mano al aire

...y con ese gesto también se iba el tercer tomo de su historia favorita, el cual había buscado durante demasiados meses, sin poder hallarlo a la venta en ninguna parte. De nuevo, se quedaba sin poder saber si el capitán quedaba vivo... o no.
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Por culpa del orgasmo

Me he estado pensando este post desde hace un buen tiempo...
...bueno, en realidad fue O3 quien me dijo que lo hiciera.

Sabrán que hay algo que siempre me había causado curiosidad y de pronto supe la razón. Una de esas cosas pseudo-científicas.

Me explico.

¿Saben que las hembras del mundo animal, ese en el que no se incluyen humanos, no tienen orgasmos?

¿Y saben que las humanas tienen orgasmos superiores a los de sus contrapartes masculinas?

¿Lógico? Al menos para mi, no, y desde que lo supe, jamás se me salió de la cabeza. ¿Por qué???

Si alguien más se lo pregunta, pues alégrese porque le tengo la respuesta (que al menos me satisface a mi, no sé al mundo ciéntifico, ni me preocupa ;)

A ver. Si hay algo que nos caracteriza como humanos es la capacidad de raciocinio que la naturaleza nos dió por igual a hombres y mujeres... Y cuando se le ocurrió la brillante idea de dárnosla, creo que se le enrredó el papagayo.

Mujeres razonando, y con esa característica particular de pensar en tres o más cosas a la vez. La extinción humana. Porque, imagínense la cosa:

El macho cavernáculo con ganas de cuchi-cuchi, y la hembra contándole de lo que hizo en el día, de lo que han crecido las plantas del cultivo, de lo estropeadito que está el techo de la cueva, y, ahora que se daba cuenta, de lo apichaguadito que estaba elqueteconté...

-¿Unga-unga, te sientes mal? ¿Pasó algo en tu cacería, unga?

¿A quién le hubiesen quedado ánimos después de eso??? ¡y no por cacería alguna!

Así que, voilà! La muy sabia de mami naturaleza nos dió algo infalible y que ya le había funcionado con los machos, por lo que esta vez no podía fallar. Y para asegurarse, por triplicado: "Orgasmos Femeninos". Orgasmos capaces de quitarnos el raciocinio enteriiiiiito y durante los instantes necesarios, dejándonos el puro instinto y evitando que pensemos naaaada de nada (porque no hay forma de pensar... ¡si hasta llegamos a estar inconcientes unos instantes!), y así los chicos puedieran dejar su semillita.

Y funcionó. No por nada se dice que el sexo es una cosa "animal".

...

Sin embargo, ahora me pregunto... ¿No se estará arrepintiendo de que no nos extinguiéramos???
Quizá de unos cuantos.


"Cuando Dios estaba en la creación del hombre y la mujer, su ángel asistente le preguntaba por la cantidad de terminaciones nerviosas a asiganar a cada uno.

-En las manos, ¿cuánto asignarás al hombre? -preguntó el ángel.

-Mmm. 20 en cada mano. -respondió Dios.

-¿Y para la mujer?
-Igual.
-Y en las piernas, ¿cuánto asignarás al hombre?

-15 en cada pierna.

-¿Y para la mujer?
-Lo mismo.
-Ajá. Y en los órganos sexuales, ¿cuánto asignarás al hombre?

-30.

-¿Y para la mujer?

-Lo mismo. No, espera, ahora que lo pienso mejor, que sean 100. Quiero oírlas gritar mi nombre."


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2008/03/02

Ella

(Publicado originalmente en Box)

-Anda, ven.

Decía con esa voz suya.

-No, no creo...-le respondí.

-Vamos. Tienes que seguir la vida y no puedes dejar de disfrutarla sólo porque yo esté ahí.

-No, no es eso, en serio.

Claro que era eso. No sé cómo hace para conocerme así. Quería insultarla, decirle bicha, perra... cualquiera vaina de esas, pero lo juro, no podía, no había insulto que pudiera salirme de las entrañas y que se pudiera aplicar a ella. En cambio, hacia mi mismo, sí me salían unos cuantos.

-Ya deja la cosa y vente.

Sin yo poder poner demasiada resistencia, ella ya estaba llevándome, halándome la mano, y mis pies la seguían sin mucha resistencia. Ah, esa mano tibia que en tanto tiempo no había sentido. ¿Por qué? ¿Por qué me lo hace justo ahora?

-En serio, tengo exámenes esta semana, y de verdad tengo que estudiar.

No sé cómo lo logré, pero me detuve. Y la solté. Y me insulté por hacerlo, pero también me grité un ¡Hurra!

-Ah, tú siempre igual con tus exámenes. Tanta preocupación y luego revientas la materia. No, señor. Con más razón aún tienes que venir. Tú sabes que tengo razón. Te tienes que desconectar de esos libros y vivir un poco más.

Y allí me quedé, medio mudo. Porque sí, ella siempre tenía razón cuando hablaba de mi. Ella supo cuándo iniciar y cuándo terminar. Siempre ha sabido qué me conviene y qué no, qué debo cambiar, cuáles decisiones tomar. Creo que incluso me va a escoger mi próxima novia. Y yo lo único que quiero es que vuelva a ser ella.

-Está bien. -le dije- Creo que puedo estudiar más tarde.

-¡Bravo!

Saltó de emoción y me dio un beso... en el cachete, pero demasiado cerca de la boca. Casi pude sentir sus labios. Me lanzó una de sus miradas coquetas, luego se sonrió sólo como ella sabe hacer para que yo no piense en nada más y salió corriendo.

-¡Te espero en la parada!- Logré escuchar que me dijo.

Maldición. Me lo hizo otra vez. Me dejó en el medio de todas mis emociones, tirado de nuevo. Es que ¿cómo se puede ser tan dulce y cercana y luego desaparecer en un dos por tres? Lo juro que no la entiendo. Debe ser eso lo que me trae tan idiota con ella.

Todos los días me digo que seré fuerte, que no sucumbiré. Pero basta conque nos veamos en alguna clase que coincidamos para que me pierda, se me nuble la mente y vuelva a estar en el mismo lugar de pendejo en el que estoy ahora.

Por seguirle la corriente como el propio idiota es que estoy donde me dejó. Estoy seguro. Por idiota y cobarde. Pero es que, ¿y cómo decirle que no? Si incluso una parte de mi quedó lo suficientemente emocionada como para avergonzar mi caminar.

Y aquí estoy de nuevo. Siguiendo un rumbo ciego hacia el masoquismo total. Una salida de grupo. Y seguro que va el imbécil ese al que le anda haciendo ojitos. El coño de su madre. Ese pendejo que dice ser su amigo y seguro que lo único que quiere es cogérsela y la manda luego al mismo carajo. Pero más pendeja ella si se deja. Eso sí. Ay... pero es que la toca, y ¡le parto el alma! Porque yo sé que puedo partirle el alma. Él me cree muy estúpido y que no me doy cuenta de nada, pero ya verá... no se lo va a esperar.

-Qué bueno que te encuentro.

-¿Ah?- estaba a medio camino hacia la aparada de autobuses cuando me alcanzó y me apartó de él.

-Sí, vente conmigo, que nos vamos en carro.

-¿En carro? ¿Con quién?

-Con uno de los muchachos. Tú ven conmigo.

A mi me estaba oliendo raro que no me dijera con quien. Y tenía razón en sospechar. Demasiadas risitas le oía mientras caminábamos. Y esos ojos abiertos que tenía, brillosos, y tan hermosos... y por ese güevón. Porque yo lo sabía. Él, el hijito de papás ese, era quien nos llevaría.

-Qué más panita. ¿Carlos, es que te llamas? -me saludó, el muy bestia.

-Sí, ¿Qué más, Ignacio? - le alcancé la mano para dar el saludo de costumbre. Maldita humillación. No sólo irnos con él, sino que, cuando le estoy dando el apretón de manos, por más que hice esfuerzos, el tipo pudo más que yo. Aún me duele en el orgullo de recordarlo.

-Bueno, vamos entrando que se nos hace tarde. Creo que no vas a tener muchos problemas con el asiento trasero, porque no eres muy alto que digamos.- dijo el muy pendejo.

Y la vi reírse del chiste, aguantándose, pero se reía. ¿Por qué estoy en esto? ¿Por qué no puedo decirle cuatro vainas al maricón este y largarme? Y llevármela conmigo y no dejarla sola con este tipo que sólo quiere...

Ah, al fin y al cabo, está lo bastante grandecita como para cuidarse sola, cosa que yo no hago conmigo mismo. Pero también sé lo frágil que es detrás de esa mirada. Debe ser por eso que no me voy. Por pretender cuidarla. Todo un machito que ahora está medio torcido en el asiento de atrás del carro del maricón de Ignacio. Malditos autos deportivos de mierda.

-Yo te hago de copiloto. -Le dijo ella, y luego me lanzó una mirada hasta el hueco de mi confinamiento con su carita de borrego. Yo sé que ella sabía que yo la estaba pasando mal, que me había dado cuenta de lo que le pasaba con Ignacio, pero que no quería que se le notara... tanto... pero tampoco iba a perder la oportunidad. Al menos me puso de mal trío en lugar de mandarme con alguno de los panas de Ignacio, todos tan maricones cómo él. Yo creo que entre ellos se "consuelan", incluso.

A medio camino, me preguntó el malparido -Y entonces, Carlos, Uds. dos son novios, ¿no?

-¡No, vale! -respondió ella de inmediato.- Él y yo somos los mejores amigos.

Yo no tenía voz ni voto en ese carro. Me sentía lo suficientemente mal, además. Sé que tenía el chance de decir muchas cosas que les hubiese aguado la fiestica a ambos, y también sé que lo boté por la ventanilla. Supongo que era a causa de que ella siempre estaba a un paso más allá de mí. O que estaba lo suficientemente hundido en el asiento de mi propia humillación.

Volteé el rostro hacia la carretera, apoyé la cabeza como pude en el asiento, y cerré los ojos. No quería escuchar más nada hasta bajarme.

Al fin llegamos al centro comercial en el que nos reuniríamos. Como odio yo los centros comerciales. Gente estúpida mirando cosas estúpidas que no pueden comprar, queriendo aparentar que sí pueden, y caminando a paso de tortuga, estorbando a todo lo ancho de las caminerías. Me obstinan. Y hoy aún más ese centro comercial. Era el único del que tenía un bonito recuerdo por los helados que ella y yo solíamos comer allí.

El plan perfecto para terminar de volverme una piltrafa, un pobre coleto para arrastrar por el piso, con todo y mugre. Tan arrastrado como en ese momento, que los seguía a los dos caminando detrás, con toda mi ira en él, y mi desesperanza en ella. Veía ese cuerpo de carajita bien formado. Esos senos medio temblorosos al caminar, ese trasero erguido, gracias a los tacones que le alargaban las piernas hasta la gloria. Esa forma de moverse y de batir el pelo, ligeramente ondulado, que sabía lucir tan bien. Y ese rostro que cada vez que posaba su mirada en mi, me deleitaba y me hacía sentir más insignificante aún.

La veía como no paraba de hablarle al maricón, de cualquier cosa. Y él apenas le respondía. Pero sí que la miraba, las tetas, el culo, las piernas. No se le iría la cara de gafo como a mí, pero sí sé que bastante la veía.

Al fin nos encontramos todos.

-¡Epa, Carlos! -De entre los presentes, surgió un viejo y muy buen amigo.

-Tomás, maricón, -no un maricón como los demás, sino un pana de verdad que se merece el mote al saludarlo- ¿qué haces aquí?

-¡Eso pregunto yo! Aunque, bueno, supongo que la culpa es de cierta "individua" que veo por ahí. ¡Qué bolas tienes!

-Marico, no me hables de eso... De verdad, no sé que coño hago aquí. Pero menos mal que tú estás. Ya estaba por cometer asesinato o suicidio.

-Creo que la segunda, jajaja.

-Pendejo.

Tomás, uno de mis mejores panas, antes, durante y después de ella. Así que no tuve que contarle mucho para que entendiera. Y no pasó mucho para enterarme que ella misma le pidió que viniera porque lo iba a necesitar de apoyo. Él no entendió nada de esa invitación en el momento, pero luego ya sabíamos cuál era su intención.

-No la entiendo.¿Para qué coño me trae si sabe que no la voy a pasar bien? Te lo juro que pensé que sería una salida como de menos gente, que podría pasar un rato con ella. Hasta eso me imaginé por un momento. Pero, no. Hay como 20 imbéciles aquí y, encima, te trae a ti también de niñero mío.

Tomás se reía, la estaba pasando en grande el hijoputa ese. Pero yo sé que en el fondo, la hubiese matado a golpes por hacerme esto... si tan sólo ella fuese hombre.

-Chamo, estás bien jodido en la vida.

-Y lo seguiré estando.

Terminamos en un restaurante de esos "juveniles". Tomás y yo nos sentamos medio apartados del resto. Nos aburrían sus cuentos y su comportamiento insulso. ¿Qué coño les veía ella a esa cuerda de manganzones, de verdad? ¿En qué momento se volvió una más de ellos?

Pero algo no estaba bien. Para el tiempo que teníamos ahí, ella no se había aparecido por mis alrededores desde que llegáramos al centro comercial. Eso no estaba bien. Ella nunca dejaba de echarme un ojo, así fuera para lanzarme su malnacida mirada de borrego que me tenía comiendo de su mano.

-Chamo, voy a buscarla... algo raro está pasando -le dije a Tomás.

-Deja la vaina. Lo que deberíamos hacer es irnos. Olvídate de ella.

-No, marico. Es en serio. Ya vengo.

-Ah, verga. Luego no digas que no te lo advertí.

Ya estaba un poco lejos como para escuchar a Tomás. Sólo ponía mi atención en encontrarla, porque ni siquiera la veía, y tampoco al sucio ese del Ignacio. Decidí salir del local, y de pronto la ví de refilón, de camino a los baños. Fui tras ella, y cuando comenzaba a caminar por el pasillo que va a los baños, fue que los vi. La situación no era como muy normal. Creo que ella se le atravesó en el camino, porque él se veía como incómodo. Me acerqué un poco más hasta un punto en que no me vieran, y pude escuchar la conversación.

-Mira, bella, de verdad, vamos a dejar la cosa hasta aquí. Tú me caes chévere y toda la cosa, pero de verdad que esta situación me tiene fastidiado. Si te traje hasta acá, fue sólo porque mi hermana, que es tu mejor amiga, me lo pidió, por más nada. No eres de mi tipo, eso es todo.

-Pero, Ignacio, ¿tú qué sabes...?

-No, chamita, de verdad. Yo además tengo mi jeva, y algo contigo ni se me pasa por la cabeza.

-Pe-Pero...

-Mira, ve y habla con este chamo, Carlos, que se nota que te quiere full y dejemos la cosa hasta aquí, ¿Sí?

Ignacio siguió camino, quitándola del medio con relativa delicadeza, y sin dejarla decirle nada más.

Él no me vió al pasar, pero yo sí la vi como se le iban las lágrimas que intentaba contener. Comenzó a caminar hacia afuera del pasillo, cuando justo me vió. Se quedó impávida. Yo apenas la vi un poco y luego me alejé. No sé por qué, pero no quería estar cerca de ella.

Me fui hacia una de esas placitas del centro comercial para darle tiempo a que volviera al local o se fuera sin encontrarla de camino. Pero no fue suficiente tiempo. La encontré llorando a mitad de camino de regreso. No sé si es que me esperaba, pero no me había acercado mucho a ella cuando levantó el rostro, arrugado de la tristeza que intentaba esconder. Al verme, se acercó de pronto hacia mi.

-Qué estúpida he sido contigo...

-No digas eso.

-...Pero sé que lo puedo arreglar.

Se me abalanzó de pronto. Con sus ojos llorosos que podía sentir de húmedos que estaban. Y me intentó besar.

-No...- le dije, conteniéndola como pude.

Y bien difícil que fue negarme al principio, pero aunque no sé muy bien qué pasó, algo como que cambió en mi. Sentirme tan plato de segunda mesa como que al fin dio en todo el medio de mi orgullo masculino... y tampoco era de mucha honra aceptarle eso estando ella en ese estado.

-¿no?- me preguntó con su voz quebrada.

-No. Yo te sigo queriendo mucho, tú lo sabes, pero como tú misma me dijiste cuando terminaste conmigo, esto se acabó y no hay vuelta atrás.

No recuerdo nunca haber visto ese rostro así de desfigurado por el dolor. Me sentí como el peor por hacerle eso, pero no tenía opción.

La senté en un banquito que había cerca, le di un beso en la cabeza, y allí la dejé por última vez, llorando.

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Inspirado en los escritos de BadBit
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