2011/03/20

Robin, conde de Huntington

Cuenta la leyenda conocida por todos, que Robin Hood robaba a los ricos para darle a los pobres; pero,

¿habrá él sabido siempre que el dinero que robaba era producto de la avaricia?

¿se habrá equivocado alguna vez?


Como en esa oportunidad en que robó un carruaje que atravesaba el bosque a velocidad, con un hombre corpulento, o más bien gordo, en su interior, de buenos trajes y sudor en el rostro, como si escapase de una gran preocupación... y fue a este hombre que ese día, en ese momento preciso, Robin y sus secuaces asaltaron a medio camino, quitándole toda pertenencia, y dejando apenas carruaje, caballo, chofer (qué más da, qué culpa tenía el hombre de estar trabajando) y lo que llevase de ropa encima, pues tampoco era para que cogiese un resfrío.

Fue entonces que con aquellos dineros mal habidos, Robin, sus compañeros, y algunos de los que apoyaban su causa comieron un par de días un poco mejor que de costumbre...

...pero lo que ignoraba nuestro joven paladín, era que aquella bolsa de dinero que nerviosamente celaba el hombre gordo, eran los dineros que pagarían la operación de una pequeña niña moribunda, pobre, cuya única esperanza yacía en ser tratada por un médico de una ciudad lejana, y cuyo traslado sería pagado por aquél hombre gordo y generoso.

Fue así que, inocentemente, unas cuantas comidas calientes fueron pagadas con la vida de una pequeña niña.

Bueno, al fin y al cabo, bien dicen que la vida de un niño es invaluable, ¿no?


"I lost. I lost? Wait a second, I'm not supposed to lose. Let me see the script."
(Perdí. ¿Perdí? Esperen un segundo, no se supone que yo pierda. Déjenme ver el guión.)
Robin Hood


(y es que así nos lo han hecho ver, en imágenes)
Share this Post Share to Facebook Share to Twitter Email This Pin This Share on Google Plus Share on Tumblr

No hay comentarios: