2010/05/03

La otra cara: de la pérdida de mi identidad venezolana

Empezando a escribir estas líneas tengo el corazón un tato "indispuesto", y ya sabrán o imaginarán por qué. Este post ya lo había escrito hace días, pero no tan emocional como lo hago ahorita, y fue por eso que quise cambiar las líneas y palabras. El post original llevaba impreso cargas del día a día que en realidad no quería colocar aquí.

Así que empiezo de nuevo.

Desde hace años (muchos), he tenido una idea en la cabeza que siempre he querido volver realidad: vivir en otro país. No sé si fueron los cuentos de mi mamá y sus viajes o que me hablase en otros idiomas cuando pequeña, pero conocer a otra gente, en otro lugar lejos del mío y encontrarnos en esos espacios de similitudes siempre ha sido para mi un sueño. Por lo mismo entré y salí de idiomas modernos, por eso también sigo estudiando otras lenguas.

Sin embargo, debo confesar que el no haber logrado salir ni al país vecino me dejó con saborcito agridulce, y en mi manía de sentirme vieja antes de tiempo tiré la toalla. Seré franca, mi manera de ser y entrarle a la vida es lo suficientemente bohemia como para vivir aún con mi mamá, y hasta haberme arrastrado al novio a la casa, porque no nos quedaba otra opción, ya que bohemios al fin, la casa de la suegra era lo que nos alcanzaba... y lo que nos sigue alcanzando. Es una vida de cosas bonitas, pero también pesada para otras cosas.

La vida no es rosa. Llena de preocupaciones, de "teneres que hacer" (porque debemos procurarnos lo mínimo necesario), de sacrificios para poder proteger ese pedacito de paz de ser bohemio, medio artista, un poco geek romántico... ese ser desencajado de lo que nos rodea, y cada día más.

Un fin de semana en un parque tomando vino y comiendo queso manchego, ir todas las semanas al cine, irnos de viaje al menos una vez al mes, comprar una cámara o un celular nuevo... ninguna de estas cosas, sencillas y placenteras, son fáciles de acceder para nosotros, y las hemos tenido que recortar progresivamente. Hay otros "gastos" que ameritan de mayor atención monetaria, y de trabajo incómodo. A eso le sumo que salir cada día a la calle es de por sí estresante, por la violencia en la gente, los asaltos, los abusos, el ambiente.

No tengo hijos aún, no los he querido y eso me alivia, porque me da náuseas pensar el país que les tocaría sobrevivir. Pero algún día los querré, y desde ya quiero un futuro para ellos, y lo mismo deseo para mi mamá, que pueda pasar tranquila sus días. Yo quiero poder darles eso, y en donde vivo, alguien como yo no suele ser muy apreciado. Pueden admirar mi filosofía de vida, los pasos que he dado, pero puedo decirles que eso no me da para mi manutención.

Así que entre mi día a día medio cabizbajo, medio derrotado, regresó el anhelo, ahora envuelto en una idea positiva "tiene que existir un lugar mejor, y donde sí podamos vivir tranquilos y siendo quienes somos". Cuando esa idea volvió a mi, me removió y me sacó lágrimas. Unos días antes había resuelto cambiar algunas cosas, volverme más dura para sobrevivir aquí, entre otras decisiones, pero creo que fue un angelito el que me protegió de cerrar mis ojos a mi misma, porque ciertamente no sería mucho el tiempo que pasaría sin darme cuenta de mi traicionarme, pero quizá el suficiente como para no poder dar marcha atrás. En la medida que la idea, el anhelo, crecía de nuevo, vinieron también a mi pensamiento los amigos que se fueron, mis sueños... y en particular mi familia. Ellos son lo más importante en mi vida, mi soporte y mi rumbo, y ahora mi sueño no es sólo por mi, e involucra a más personas, más importantes que el país entero. Estoy segura de que esos pensamientos estuvieron en la mente de mi abuela cuando decidió venirse ella sola a Venezuela, a aquella patria tan enorme y de brazos acogedores, para luego traerse a toda su familia. Creo que hoy día sería ella misma, que se volvió más venezolana que muchos que conozco, la que me empujaría a irme, a buscar una vida nueva y mejor.

Quizá ese sea el karma que dejan los inmigrantes a su descendencia, el de lograrse una vida mejor, fuera de su tierra (dicen que para poder amar, primero hay que sufrir, no?). No sé si sea así, pero hoy le doy gracias a ella por la sabiduría y el valor que me dejó, ahora que seguiré sus pasos.

Todo esto viene de mi convencimiento de que sí existe ese lugar para nosotros. En este proceso nuevo y maravilloso en mi vida, me he encontrado con nuevos amigos, con nuevos consejos y, en especial, con nuevos ojos, que me ayudan a ver que sí se puede lograr lo soñado y mantener el rumbo.

Hoy, menos que ayer, y menos que anteayer, pertenezco a este rincón del mundo. A su gente, su idiosincracia. No comparto su visión de país, su visión de sociedad. No apoyo sus actitudes ni decisiones. Yo ya no soy de aquí. Aunque en mi corazón quedan guardados para siempre los recuerdos de mi niñez en este caribe tan particular, y aunque por esa Venezuela que aún refulgía, y que aún sueño con volver a ver (pero más bonita), seguiré haciendo algo dondequiera que esté, hoy sé que ya no hay retorno, porque yo ya no soy más venezolana. Y nadie me lo arrebató, yo lo decidí.

Cuando me pregunten de dónde vengo: del norte de sur América; cuál es mi equipo: los Leones del Ccs.; cuál en mi nacionalidad: la que dice en el pasaporte... pero cuando me pregunten por mi identidad, esa será una nueva respuesta que irá creciendo cada día.

Ahora regreso a trabajar, que es lo que me queda en mi estadía: un poco más de días grises, pero por algo más importante en la mente y el corazón.

Espero pronto contarles buenas nuevas... y diferentes!
Share this Post Share to Facebook Share to Twitter Email This Pin This Share on Google Plus Share on Tumblr

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Yukino!! sigo con alguna frecuencia tus post. Me encanta tu blog y tu manera de expresarte. Al leer este post me sentí muy identificada con tu sentir, pues siento lo mismo, auqnue no haya podido expresarle tan idoneamente como tu. Somos muchos los que sentimos "extranjeros" en esta tierra de gracia, y definitivamente lo mejor es alzar el vuelo. Gracias por tus palabras.

Saludos.
Mariana